Fue un pésimo estudiante al que le costó terminar el bachillerato. Con 35 años se casó con Leonor, que tenía 15. Murió exiliado en Francia.
Si la guerra civil española fue terrible para casi todos, guardó para él un cáliz de indecible amargura. Salió de España a pie, bajo la lluvia helada en finales de enero de 1939, con el turbión humano que pasó los Pirineos tras la caída sin lucha de Barcelona, y quedó varado con su madre, José y su cuñada, en el pueblecito de Collioure, en la pensión Quintana. Los inquilinos se preguntaban por qué no bajaban nunca juntos al comedor los dos hermanos Machado. Al fin supieron que sólo tenían una chaqueta y no querían aparecer sin ella en público. Se fue muriendo en febrero, casi un mes de agonía, con su madre agonizando también en la habitación de al lado. Antonio falleció un 22 de febrero; doña Ana, tres días después.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.